Una de las profesiones más curiosas de la historia, y que
ya desapareció, fue la de “Knocker up”,
o “Knocker upper”, que se dio sobre
todo en Gran Bretaña e Irlanda, y su tarea no era otra que la de despertar a
quien contratara sus servicios para que no llegaran tarde al trabajo.
Hoy en día casi parece de broma pagar a alguien que te
despierte para ir al trabajo, con los despertadores digitales que te hacen
abrir los ojos con tu canción favorita, o que simulan un bello amanecer, pero a
finales del siglo XVIII, la gente no tenía ese pequeño aparato electrónico que
ahora nos hace la vida más fácil.
En su lugar, y para que se levantaran a tiempo de llegar
al trabajo, pagaban los servicios de unas personas llamadas “Knocker Up”, que
hacían las labores de despertador.
Una de las profesiones más curiosas de la historia, y que
ya desapareció, fue la de “Knocker up”, o “Knocker upper”, que se dio sobre
todo en Gran Bretaña e Irlanda, y su tarea no era otra que la de despertar a
quien contratara sus servicios para que no llegaran tarde al trabajo.
Armados con un largo palo, generalmente de bambú,
golpeaban las ventanas de sus clientes y no se marchaban de allí hasta
asegurarse que el dormilón se había levantado de la cama a la hora pactada.
Para los pisos superiores donde el palo no llegaba, se
las solían ingeniar con una cerbatana casera que disparaba guisantes, eso sí,
debían tener buena puntería.
Algunos de estos despertadores humanos, tenían que hacer
verdaderas proezas para despertar a la misma hora a varios clientes, alguno
tenía que despertar hasta 50 personas, lo cual con el dinero ganado le permitía
vivir el resto del día desahogadamente.